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CLUB DE POETAS

FRANCISCO ARIAS SOLÍS

FRANCISCO ARIAS SOLÍS

Notas biográficas:

Encontrar algo de este autor ha resultado bastante difícil, decir que es un biógrafo bastante prolífico.

Nace en Málaga, completa sus estudios de bachiller en Ronda, universitarios en Granada y Madrid dónde estudia Ingeniero de montes. Trabaja en Cádiz en Prevención de riesgos laborales. Colabora con varios periódicos, revistas culturales y literarias.

En 1992 funda la Asociación cultural artística y literaria foro libre y cinco años mas tarde la Asociación Internacional de Internautas por la Paz y la Libertad.

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RECITAL:

UN CORAZÓN QUE SUPO AMAR

Aquí nadie yace,
todo es falso
y la muerte aún no la comprendo.
A mis amigos dejé de visitarlos
porque debía de partir,
otros me esperaban desde siempre en silencio
y temía ya no reconocerlos.
Ahora estoy con ellos
y hablamos de la lluvia.
Aquí nadie yace,
los cementerios están vacíos
y las flores no saben llorar.
Si quieres recordarme... vete,
búscame entre las cosas
y más allá de las cosas
sobre los sueños.
La muerte nunca la comprendí
y quizá por eso
permaneceré siempre vivo.

AL SENTIR TU BRISA

Porque quiero quererte y no te quiero,
porque sueño soñarte y no te sueño,
porque anhelo anhelarte y no soy dueño
de aquello que prefiero y no prefiero.
Porque busco tu paso en el sendero
mientras huyo no huyendo de mi empeño,
y me siento pequeño, tan pequeño,
que no logro en mi vida ser sincero.
Por haberte vivido sin vivirte
y haberte amado tanto sin amarte,
puedo soñar contigo limpiamente.
Porque al sentir tu brisa sin sentirte,
pudiera en la caricia desearte
gozando de tu ausencia plenamente.

TE DEVORO A CARICIAS

Con estos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.
Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos
a las heridas tibias con besos, besos... Ellos
que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.
Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo
tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,
te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.
Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,
y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

CIEGO DE AMOR

He de sembrar tu tierra, amada mía,
de esta semilla amante, huracanada,
que me duele en el alma, aprisionada
por esta piel, o cárcel, o agonía.

No sé que fuerza, con tenaz porfía,
me convoca en tu entraña. A su llamada
marcha hacia ti mi sangre enamorada,
increíble, ancestral, cálida, umbría.

Ciego de amor, en proceloso anhelo
voy desde el corazón a tu figura,
delirante de instinto y de desvelo.

Llena mi soledad, mi noche oscura
y el cósmico silencio de este cielo
que amenaza mortal desde la altura.

LOS POBRES DE TODOS LOS DOMINGOS

¿Cómo serán los pobres, dime, madre?
¿Cómo será esa gente sucia y fea
que todos los domingos encontramos
y nos pide a la puerta de la iglesia?
¿Cómo serán sus casas, dime, madre?
¿Tendrán televisión como la nuestra?
¿Se cambiarán de sábanas los jueves?
¿Usarán en invierno estufa eléctrica?
¿Cómo serán sus fiestas, dime, madre?
¿O es que los pobres nunca van a fiestas?
¿Beberán en porrón, por ahorrar copas?
¿Conocerán la música moderna?
¿Cómo son sus amigos, dime, madre?
¿Son pobres como ellos? ¿Veranean?
¿Y de qué hablan con ellos cuando salen?
¿De fútbol? ¿De política? ¿De ciencia?
¿Se divierten los pobres, dime, madre?
¿Van a cafeterías, van a tiendas?
¿Van a cines de barrios, o a piscinas,
o están pidiendo siempre por las puertas?
Y los hijos, los hijos de los pobres,
dime, madre, ¿con qué juguetes juegan?
¿Tienen ellos también los Reyes Magos?
¿Se comen a las cinco la merienda?
¿Nos odiarán los pobres, dime, madre?
Nos odiarán o les dará vergüenza
sentirse tan pequeños y tan pobres,
comparar nuestro coche y su miseria?
¿Cómo serán los pobres, dime, madre?
¿Se enamoran? ¿Sonríen? ¿Sufren? ¿Rezan?
¿Cómo será esa gente que nos pide
y que al salir de misa nos molesta?

ÁMAME ESTA NOCHE

¡Qué amante
no será dichoso esta noche,
qué amante no tendrá esta noche su dicha,
su amor, su fiel amor contra su pecho!
Ese amante soy yo,
yo soy ese alma desolada entre la felicidad de los otros,
entre los dichosos suspiros y los oscuros abrazos
de los que pasan bajo la luna pisando la música
desgajada y caída sobre la tierra nocturna.
¡Ah! La flor del amor me ha sido negada.
¿Qué hago entonces aquí?
Mas la esperanza existe mientras vive el amor.
Ámame esta noche, amor mío,
ámame y no rompas este corazón que te pertenece
y cuya enfermedad tiene tu mismo nombre
y tu rostro y tu alma
y tu cuerpo y tu gracia y toda tu figura.

AL SENTIR TU BRISA

Porque quiero quererte y no te quiero,
porque sueño soñarte y no te sueño,
porque anhelo anhelarte y no soy dueño
de aquello que prefiero y no prefiero.

Porque busco tu paso en el sendero
mientras huyo no huyendo de mi empeño,
y me siento pequeño, tan pequeño,
que no logro en mi vida ser sincero.

Por haberte vivido sin vivirte
y haberte amado tanto sin amarte,
puedo soñar contigo limpiamente.

Porque al sentir tu brisa sin sentirte,
pudiera en la caricia desearte
gozando de tu ausencia plenamente.

DÍA DE FIESTA

Madre, que vienen los ricos,
pon cara de pena.
Madre, saca el cartelito
y trae la muleta.
Madre, que esta mañana
va bien la faena.
Madre, se ve que hoy la plática
les ha hecho mella.
Madre, ya va siendo tarde,
hagamos las cuentas.
Madre me quedo yo diez duros
que es día de fiesta.
Madre, que quiero comprarme
un bollo de crema.
Madre, ¡que ya estoy harto
de pan con acelgas!
Madre, te veo cansada,
¿te sientes enferma?
Madre, ¿por qué estás llorando?
¡Que yo no te vea!
Madre, cuando yo sea hombre
me iré a las Américas.
Madre, o mejor a Alemania
que pilla más cerca.
Madre, ¡verás cuantos duros
traeré cuando vuelva!
Madre, y así ya no pides
cuando seas vieja.
Madre, ¡pondremos un puesto
muy grande, en la acera!
¡Madre, y dentro una estufa
y una radio nueva!
Madre..., que ya es mediodía
y padre reniega.
Madre..., y tú no le cuentes
mi bollo de crema.
¡Madre, que viene más gente,
los ricos se acercan!
Madre, pon cara de frío
¡y trae la muleta!

LAS OLAS DE TUS MUSLOS

Sentirte bajo mí en la suave arena;
sentir los tiernos peces de tus senos,
las olas de tus muslos, la espuma de tus risas,
la resaca sutil de tus abrazos,
las gaviotas sin fin de tus gemidos...
Sentir sobre los hombros, sobre el alma
el cómplice rielar de la primera estrella
y una brisa profunda y encendida,
fragante de perdidas caracolas.
Sentir en tus caderas las algas del deseo
tesoros prometiendo al navegante,
y en tu sangre sentir latidos de nereida.
Sentir en los corales y perlas de tu boca
la ira cruel, demencial, de tempestades;
sentir en tus cabellos la quietud y dulzura
de un tálamo solar, de una colcha de pétalos;
sentir en la emoción de tu mirada
el mundo renaciendo como un abril latino,
y en llamas el espacio ceñido al mar constante;
sentir, sentir tan sólo la luz de este momento.

HUELEN A TI LAS SÁBANAS

Huelen a ti las sábanas, amor, y todavía
está tu libro abierto encima de la mesa
y hay ropa por el suelo y discos y tabaco.

Aunque aquí ya no estés mi cuerpo aún te busca.
Y en este fingimiento de abrazarte, en la almohada
persigo tu recuerdo, tu delgada cintura.

Por suerte no es un sueño y quizá en el baño
mi cepillo me espere, húmedo de tu boca,
o toallas que secaron tu pelo.

Huelen a ti las sábanas. El barrio se despierta.
Hay voces en la calle y luz tras la persiana.
El sol debe estar alto. Qué corta fue la noche.

AL ROJO DEL CALOR

Entrar en ti, mi umbral, mi patio umbrío,
entrar y descubrirte en tu reposo,
lenta resina, miel, vino oloroso;
entrar en ti, brocal, gozo sombrío.
Entrar en ti, zaguán, entrar con brío,
cámara oscura, aljibe, sudoroso,
perfumado lagar, bodega, foso,
tibio aposento, ardiente escalofrío.
Apostándome así, contra tu vera;
entrar en ti, despacio, recorrerte
a tientas con paredes de salmuera.
Entrar en ti, subiéndote, sin verte,
y el vértigo verter para que fuera
ensillada y sin mí quede la muerte.

BASTA EL SILENCIO

Estoy desnudo, el sol con fuego dice
cuanto diría el hombre enamorado.
Basta el silencio a confesarlo todo,
si tendido en la orilla de algún río
el hombre calla y en su pecho, mudo.
un sol como el cielo resplandece.
Ya lo sabemos todo. Que son rojos
los labios que se besan en la orilla,
que la vida es un breve y dulce abrazo
y que con la mañana una alegría
sin nombre nos invade silenciosa.
Ya no necesitamos las palabras.
Ya basta el sol que besa, basta el río
que nos lleva en sus ondas lentamente,
y el viento que los ojos acaricia,
la verde sombra que en la boca tiembla.

Vuelvo a sentir tu vida
Tenerte cerca. Hablarte.
Y besarte en silencio.
Y sentir el contacto
caliente de tu cuerpo.
Sentir que vives, trémula,
aquí contra mi pecho.
Que mis brazos abarcan
tus límites perfectos.
Que tu piel electriza
las yemas de mis dedos.
Que la vida se ahoga
en el hilo de un beso.
Que así, en la sombra, a tientas,
bajo la noche, ciegos,
topándonos a oscuras
mientras todo es silencio,
nos amamos y somos
casi dioses rugiendo.
Vuelvo a palpar tu carne,
vuelvo a besarte, vuelvo
a estrecharte en la sombra
ciega contra mi pecho.
Vuelvo a sentir tu vida
trémulamente. Siento
que el desamparo pone
su soledad, su cerco,
en torno de nosotros.
El mundo está desierto.
Mudo. Tú y yo arrojados
a un destino violento,
aquí, sobre la tierra,
abrazándonos ciegos.
Y entonces te recojo,
te amparo, te sujeto,
pequeña, débil, mía,
cobijada en mi aliento,
sostenida en mis brazos,
cubierta con mis besos.
Pero mi pequeñez
en seguida comprendo.
Mi inútil protección,
castillo sin cimientos,
rueda deshecha frente
al enorme Universo.
¡Qué poco puede un hombre!
Y me refugio en medio
de tanta soledad
en tu caliente cuerpo,
para que entre tus brazos
me mezas con tu tierno
amor. Niño asustado,
busco tu amor materno.
Los dos en la tiniebla
abrazados, pequeños,
frente a la eternidad,
lloramos en silencio.
La noche continúa
mudamente cubriéndonos.

COMO UN VAHO DE AMOR

Tú que me miras, mírame hasta el fondo.
Tú que me sabes, sábeme.
Porque falta muy poco, porque el tiempo
arrecia vendavales
que se llevan ventanas y gemidos,
besos, ruidos de calles,
este silbido agudo que ahora escuchas
en el vecino parque,
las nubes delicadas que se juntan
en los azules gráciles
y el corazón con que me miras hondo
queriendo acariciarme.
Nada puedes hacer. Nada podrías
hacer. Déjate suave.
Es más fácil así. Vayamos juntos,
llevados por el aire,
si envejeciendo en el ciclón horrible,
unidos, esenciales,
mirándonos al fondo de la vida
y viendo allí la imagen
de nuestros cuerpos paseando dulces
por huertos virginales...
Eras tan clara. Junto al aire tanto
te amé... En la tristeza grave
tú me arrancabas la melancolía
como una espina aguda de la carne;
me acompañabas en las horas puras;
me rozabas tan suave
con tus dedos sutiles, con tu dulce
modo de acompañarme...
...Fuiste como una niebla, como un vaho
de amor, como un vapor imponderable
que me envolviese en cálidas vislumbres
las duras realidades,
y que después, pasadas las aristas
crudas, me rodease
y me dijese: "-Existe en el mundo.
Ven ya hacia el mundo. Ámame".

TUS LABIOS

Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Floridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
Sí, perdí mi bahía, donde el tiempo
no parecía existir sino soñando.
Unos sueños perdí, pero te tengo
y contigo a tus labios.
¿Perdí a Dios? Una noche sentí oscura
la soledad, la muerte entre los brazos.
Y helado el corazón. Más luego tuve
la honda caricia de tus labios.
Ya no estaré más sólo. Quiera el mundo
herir con frío o con puñal mi alma.
Ya no estaré más solo porque tengo
la compañía de tus labios.

GOZO PURO

¡Gozo de un labio! ¡Gozo de un suspiro!
¡Gozo de un cuerpo fiel! ¡Gozo de un beso!
¡Gozos del poseedor y del poseso,
que hacen candeal el celo y su respiro!

¡Gozo de la caricia en que me miro!
¡Gozo hecho carne, gozo puro, ileso...!
¡Gozos del barro en flor, gozos sin peso,
que estrofan, gozo en gozo, como un giro!

Gozo para ser más, lúcido instante,
de deliciosa entrega derramada,
rica en temblor, en fuego y lozanía.

Gozo que al convertirme en pleno amante,
trueca mi errante sangre recatada
en una apoteosis de osadía.

POEMA DE NAVIDAD

Paz y libertad
Porque un Niño ha nacido
en esta tierra,
que suenen los tambores,
cese la guerra.
Porque el Niño se hizo
pan y alimento,
que no quede en la tierra
ningún hambriento.
Porque un Niño nos trajo
paz y libertad,
que a todos ilumine
hoy la Navidad.

Ciego de amor

He de sembrar tu tierra, amada mía,
de esta semilla amante, huracanada,
que me duele en el alma, aprisionada
por esta piel, o cárcel, o agonía.

No sé que fuerza, con tenaz porfía,
me convoca en tu entraña. A su llamada
marcha hacia ti mi sangre enamorada,
increíble, ancestral, cálida, umbría.

Ciego de amor, en proceloso anhelo
voy desde el corazón a tu figura,
delirante de instinto y de desvelo.

Llena mi soledad, mi noche oscura
y el cósmico silencio de este cielo
que amenaza mortal desde la altura.

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