FALLECE LA POETA CHILENA STELLA DIAZ VARÍN
Una sola será mi lucha y mi triunfo; encontrar la palabra escondida...
No. La poesía no es una ecuación biológica. La poesía, si tú la pudieras definir -porque es indefinible- es un arranque sentimental, es una memoria de otro arranque sentimental, nada más. De personalidad polémica y rupturista, integrante de la Generación Literaria de 1950, Stella Díaz Varín se perfiló como una voz singular y trascendente en la historia de la literatura chilena. Su poesía fue una expresión original, que plasmó su fuerte personalidad creativa y bohemia, con una perspectiva femenina.
Stella Díaz será sepultada hoy en Santiago. La Sociedad de Escritores de Chile realizó ayer gestiones con el municipio serenense para sepultar a la poetisa en su tierra natal. Sin embargo, sus familiares decidieron esperar un año más. El mundo de las letras está de luto por la pérdida de esta espléndida poeta, autora de Sinfonía del hombre fósil (1953), Tiempo, medida imaginaria (1959) o Los dones previsibles (1986)-entre otros-, y que halló el reconocimiento de forma tardía. A continuación una muestra de su poesía...
Los dones previsible. Poema IX
Es así
Que la vida es en su muerte
Una pura substancia
Un sereno ocurrir, naturalmente
Un ritual
De poderes ocultos en su origen
Un círculo elemental
Un curioso bullicio
Un germinar muriendo.
Es así
Que estoy viva
Y en cada vida
Se me va la muerte.
VEN DE LA LUZ, HIJO
Que te ciegue la luz, hijo.
Ven de la luz;
Desde donde la pupila sueña
y vuelve atormentada,
como un escombro vivo,
como especie de flor, como pájaro.
Carbón de víscera terrestre,
así como víscera de árbol.
Deja que se ensañe la luz, hijo,
Desciende como los antiguos ángeles,
como los malos discípulos,
ardiendo en su pasión, desheredados.
Así como las fieras, hijo.
Incomprendidas del río, intocadas
absolutas, tristes.
Ese será el día
-presentimiento que no quise,
tú sabes, los conoces-
que tomaré la forma deseada.
Ojo de estiércol, húmedo;
aprisionaré tu llama,
tu superficie extraceleste
tu mirada de centro obscuro,
tu trigal;
la tibia voluntad de tu piel
me ayudará y seremos.
Nunca antes pudimos.
Yo era como esas pequeñas fuentes secas .
Desciende, hijo, de la luz;
avizora el espacio,
avizora el horizonte.
La curva que deja el corazón de un muerto,
la mano que se esconde,
la mano que nadie quiso acariciar.
Seremos.
Tú y yo venidos
irremisiblemente;
unidos como dos tallos jóvenes aún;
Queriendo apenas lo que no se nos dio.
Amando
lo que la luz aconseja:
el vértigo, la hondonada, el silencio.
el color de las piedras;
tantas cosas simples y distintas.
Llegaremos a amar la contextura de Dios
tan difusa;
tan perfecta como tus pequeños ídolos.
La madera de Dios
tan bella y roja
como el corazón de los árboles.
Tan bella y roja
como el corazón del veneno.
Que te ciegue la luz, hijo.
Que te atormente.
Ven de la luz, inúndate;
Ten la luz y desmiente la tiniebla.
Ven, hijo, arrodíllate.
Cree en los amaneceres.
En la luz son más bellos los ojos de Dios.
PROFECÍA
Las grandes ausencias amenazan
Cuando los sirlos
Esos bellos pájaros
Emigran
Y la lejanía hiere sus alas
El hombre no lo sabe
Porque duerme
Oculto por causa de la luz
Para no prever la muerte.
Entrega el dominio de sus sueños
Y emancipa el caos
Y pierde el poder
sobre su propio río
que lo recorre en longitud.
Los abismos se acercan
Y las múltiples aguas
Devienen creaturas de espanto.
Uncido al gran anillo
Olvidará su trayectoria astral
su fecundidad perecedera.
Ocurrió
Que cerró las pupilas ante la luz
Y no estuvo más alláDe las cosas presentes
Ni creó una analogía superior
a la distancia entre los astros
Ni escuchó el soberano mandamiento
De crear al hombre verdadero.
Olvidado en el tiempo
Aún persistirá en creer
que fue un símil de su conciencia.
LA PALABRA
Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordar
dónde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez...
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira cómo está mi casa, desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros cómo mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada
Por no hallar la palabra que escondiste.
Comando soldados
Y les he dicho acerca del peligro
de esconder las armas
bajo las ojeras
Ellos no están de acuerdo.
Y como están todo el tiempo discutiendo
siempre traen perdida la batalla.
Uno ya no puede valerse de nadie.
Yo no puedo estar en todo;
para eso pago cada gota de sangre
que se derrama en el infierno.
En el invierno debo dedicarme
a oxidar uno que otro sepulcro.
Y en primavera, construyo diques
destinados a los naufragios.
Así es, en fin...
Las cuatro estaciones del año
no me contemplan, sino trabajando
Enhebro agujas
para que las viudas jóvenes
cierren los ojos de sus maridos
y desperdicio minutos, atisbando
a la entrada de una flor de espliego
a una simple abeja,
para separarla en dos,
y verla desplazarse:
La cabeza hacia el sur
y el abdomen hacia la cordillera.
Así es
como el día de Pascua de resurrección
me encuentra fatigada,
y sin la sonrisa habitual
que nos hace tan humanos
al decir de la gente.
Breve historia de mi vida
TRASLUZ
Que se me permita mirar por la ventana
Sólo el espinazo de la muerte
A tranco largo
Mirando fijamente
A mis ojos deslucidos
Veo la ausencia
Doblando por la esquina
La miserable luz
De los días empañados.
Muy de tarde en tarde
Algún aprendiz de hombre
Vestido de domingo.
En estas agonías neblinosas
Estoy mirando desde una ventana ajena
Tras la luz de este rincón desconocido
Desde esta ventana hacia ningún paisaje
Hueco sin distancias
Seca pupila donde no resplandece
ni el más leve trino.
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