La Venganza de Don Mendo (y 2)
Una consecuencia lógica es el uso indiscriminado de caprichosos «arcaísmos» como «yo mesmo», «follón», «agora». Hay también ecos del teatro poético -se recuerda la fórmula de González Ruiz a propósito de los dramas pseudo - históricos- en el desaforado jurar de los personajes: «¡Lo juro por Belcebú!» «Mendo: ¡Vive el cielo! ¡Venga el duelo! / Pero: ¡Vive Dios! ¡Aunque sean dos!».
Tradicional ha sido hacer reír en el teatro a costa de un costumbrismo desorbitado que presenta tipos y acentos provinciales o extranjeros. En don Mendo hay una marquesa de Tarrasa que habla con fuerte acento y que a veces se expresa en un catalán dudoso:
¡Qué precios, Mare de Deu!
No vi duncel más hermós
ni en Sitges, ni en Palamós,
ni en San Feliú... ni en Manlléu.
Aparecen también unos hombres de armas vizcaínos al servicio de don Nuño, con nombres tan enrevesados como Otalaorreta y Mendingundinchía, y aquí y allá, hay unas palabras en «latín», en italiano y en «caló», además de un conjuro en un galimatías que pretende ser árabe.
Ni los personajes se comportan con el decoro debido a su condición, ni tampoco se expresan en ocasiones con un lenguaje adecuado al rango de su época. La lengua convencionalmente solemne y antañona de estos caballeros y estas damas está salpicada de expresiones y palabras modernas, de coloquialismos y a veces de giros vulgares que contrastan violentamente con el tono general. Doña Ramírez piensa que «aquí se va a armar la gorda», exclama «¡A mí... plin! » y don Mendo cae en la cuenta de que con Magdalena está «haciendo el primo», «el oso» y «el canelo». También suele tener gran efecto el contraste entre una palabra o una frase prosaicamente moderna y el resto del diálogo:
MONCADA: Os lo diré:
Mas por Dios tranquilizaos
MENDO: Estoy tranquilo. Sentaos.
MONCADA: Muchas gracias.
MENDO: No hay de qué.
A veces estas expresiones alcanzan un tono subido disfrazado apenas con una palabra de sonido semejante, «¡Hacen falta más Quiñones! » o con un sinónimo, «es más coqueta / que las clásicas gallinas».
Abundan las paronomasias: «cerca de la cerca», «sabed que menda es Don Mendo»; la deformación intencionada de vocablos que llega hasta la ruptura voluntaria de reglas gramaticales, siempre con fines humorísticos: «Pieces» por «pies», «rompido» por «roto», y la invención de neologismos derivados absurdamente: «Gracia tan loadora y valedora». Características son también las dilogías o equívocos: «y don Pero que es un pez / está por vos escamado», «terció y os hizo mal tercio» .A veces el juego de palabras se hace con nombres propios: Doña Sancha casó con don Suero pues «en aquel Suero veía un remedio»; unos nobles asturianos, llegados desde Pravia para salvar el honor familiar, exclaman: «Para lavar el baldón, / la mancha que nos agravia, / Conde Nuño, henos de Pravia», y sus palabras recuerdan así un anuncio del jabón Heno de Pravia.
También abundan las alusiones a personas, cosas o situaciones contemporáneas, tan frecuentes en esta parodia. Merecen especial atención las de índole taurina que tenían el éxito seguro por ser clarísimas a todo aficionado y por referirse a la infidelidad conyugal. Un ejemplo: El rey, que es amante de Magdalena, premia las proezas guerreras de don Pero permitiéndole que añada a su escudo cinco banderas pequeñas («banderillas») junto a una cruz y además el lema «No hay barreras para mí, / pues si hay barreras, las salto», por haber tomado las plazas de Alcoló y del Olivo. En términos taurinos resulta que el rey le pone cinco banderillas en la cruz al marido cornudo quien tomó el olivo (se refugió en los burladeros) y, según reza su divisa, es capaz de saltar todas las barreras que se le presentan.
La aliteración también está presente:
¿Qué incoa
mi espíritu? Lo que incoe
ya mi cerebro corroe.
¿Más qué importa que corroa
Aspid que mi pecho roe
prosigue tu insana roa...;
la anáfora: «Aquesto es, Renato, que muero de amores; / aquesto es, Renato, que muero de celos. / Aquesto es que anhelos...»; y la repetición de una misma palabra o de sinónimos: «y la creyó y difundió / y me ofendió y ultrajó...».
El manuscrito de La venganza y el de El pendón de don Fruela muestran que su autor escribía con facilidad y dejándose llevar por el ritmo de los versos que salían de su pluma, sin detenerse a considerar, en ocasiones, mezcladas quintillas de diverso tipo, si entre ellas se escapaba alguna redondilla, o si en una tirada de trisílabos aparecía un verso de seis... Sirvió primordialmente del octosílabo que usó en forma de romance, de quintillas, cuartetas y redondillas. Le siguen los versos de once sílabas, combinados por lo general con los de siete, sueltos, a la manera de silvas. Hay también dodecasílabos, polirítmicos aquí, divididos en dos hemistiquios de seis sílabas cada uno.
Aparte de aquellas ocasiones en que usa específicamente cuartetas y redondillas, o quintillas de rima varia, éstas aparecen también con profusión en las tiradas de octosílabos rimados libremente, así como los tercetos, los pareados y, en ocasiones, alguna sextilla. Lo mismo ocurre en las «silvas» con la caprichosa combinación de heptasílabos y endecasílabos. Tanto en ellas como en las tiradas octosilábicas son muy frecuentes los versos monorrimos. Tan sólo una vez aparecen el romance dodecasílabo, y el romancillo hexasílabo, la octava real y dos ovillejos. Esta riqueza métrica no tiene tan sólo por fin la variedad y es primordialmente de orden semántico pues a cada situación corresponde un tipo de versificación adecuada.
La venganza es una obra polimétrica que compendia los metros y combinaciones más usados en el teatro por los románticos y luego por los modernistas, y hay en ella claros ecos paródicos del estilo de otros autores y de otras obras. No es difícil reconocer el barroco calderoniano en aquellos versos en los que el protagonista llama a su amada:
Ave, rosa, luz, espejo,
rayo, linfa, luna, fuente,
ángel, joya, vida, cielo...
ni el recuerdo del romancero en la historia de «Los cuatro hermanos Quiñones», recitada por Bertoldino y en la de «Don Lindo García» que cuenta el pretendido Renato. La entrevista de don Nuño con su hija [«¿Y con quién mi boda, padre, has concertado?»] evoca, métricamente, la de los padres de Leonor y Diego [«Don Pedro Segura, seáis bien venido...»] en Los amantes de Teruel. Reconocibles son también los famosos ovillejos del Tenorio en el duelo verbal que sostienen don Mendo y don Pero, en casos como éste, el delicado lirismo zorrillesco,
Y entre estos peñascos romos ,
en este lugar perdido,
que semeja un bello nido ,
de ninfas, hadas y gnomos;
en esta penumbra grata,
bajo esta bóveda oscura,
y oyendo como murmura
la limpia fuente de plata...
De índole modernista son los dodecasílabos que recita Azofaifa [«¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me dijiste...»] o la tírada de heptasílabos y tetrasílabos agudos de la jornada III:
Magdalena: Trovador, soñador
(a Don Mendo) un favor
Mendo: ¿Es a mí?
Magdalena: Sí, señor.
Al pasar por aquí
a la luz del albor
he perdido una flor.
Mendo: ¿Un flor de rubí?
En este nivel métrico aparecen también, y profusamente, los recursos degradatorios. Así, los versos esdrújulos que usan palabras extravagantes y que siempre fueron curso de gran efecto cómico:
MENDO
Mora en otro tiempo atlética
y hoy enfermiza y escuálida,
a quien la pasión frenética
trocó de hermosa crisálida
en mariposa sintética... ;
La respuesta de Don Mendo al acoso amoroso de la mora Azofaifa, propicia una de las escenas más populares de la obra:
"¡ Mora de la morería !...
¡ Mora que a mi lado moras !...
¡ Mora que ligó sus horas
a la triste suerte mía !...
¡ Mora que a mis plantas lloras
porque a tu pecho desgarro !...
¡ Alma de temple bizarro !...
¡ Corazón de cimitarra !...
¡ Flor más bella del Darro
y orgullo de la Alpujarra !...
¡ Mora en otro tiempo atlética
y hoy enfermiza y escuálida,
a quien la pasión frenética
trocó de hermosa crisálida
en mariposa sintética !...
¡ Mora digna de mi amor
pero a quien no puedo amar,
porque un hálito traidor
heló en mi pecho la flor
aun antes de perfumar !...
Deja de estar en hinojos.
Cese tu amarga congoja,
seca tus rasgados ojos
y déjame que te acoja
en mis brazos, sin enojos.
No celes, que no es razón
celar, del que por su suerte
en una triste ocasión
por escapar de la muerte
dejó en prenda el corazón.
No celes del desgraciado
que sin merecer reproche
fue vilmente traicionado
y cambióse en medianoche
por no ser emparedado.
Ni a tí ni a nadie he de amar.
Déjame a solas pensar
sentado en aqueste ripio,
sin querer participar
del dolor que participio.
Déjame con mi revés:
Si quieres besarme, bésame,
consiento por esta vez,
pero déjame después.
Déjame, Azofaifa, déjame."
la frecuencia de la rima en agudo como «zumbón» y «gorrón», «trajín» y « ¡A mí... plín! », para aumentar la sensación de ripio; las enumeraciones rápidas y burlescas: «temblorosa, cautelosa, recelosa»; numerosísimas rimas en eco del estilo de «que dura porque perdura» y «son dignas del estro vuestro»; o encabalgamientos voluntariamente torpes, entre los que destaca aquella joya de «pues muy pronto, amigo fiel, / habré de hundírmelo en el / quinto espacio intercostal». Muñoz Seca, en fin, llevó al virtuosismo en su don Mendo el cultivo del ripio, de la rima forzada y del verso malo, todo en aras de la parodia. Abundan en él rimas tan intencionadamente extravagantes como la de «Sigüenza» con «sinvergüenza», «¡Qué risa!» con «prisa», «mereces» con «pieces» [«pies»], «R.I.P.» con «fe» y, a punto de concluir la obra, la risa de don Mendo, loco forma todo un verso «Ja, ja,, ja, ja, ja, já» que rima con «La razón perdido ha».
La venganza de Don Mendo, ayer y hoy
La venganza de don Mendo se estrenó en el teatro de la Comedia, en Madrid, la noche del 20 de Diciembre de 1918. Era el de la Comedia un prestigioso teatro inaugurado en 1875 y a cargo entonces de don Tirso Escudero, que fue su empresario por muchos años. Contaba con una gran compañía y entre los consagrados y noveles que estrenaron La venganza aquella noche figuraban actores muy conocidos hoy. Adela Carboné, «depurada artista», hizo de Azofaifa y, «vestida de mora con largo pantalón bombacho y túnica de crespón morado»; Aurora Redondo, jovencísima entonces, que fue llamada a escena dos veces por el «delicioso acento catalán» de su marquesa de Tarrasa; Juan Bonafé (Don Mendo); Juan Espantaleón (Don Nuño); y un Mariano Asqueríno tan novel que tuvo a su cargo los papeles secundarios de Bertoldino y Froilán. Todos ellos fueron muy alabados en la representación de sus papeles.
La empresa no escatimó gastos al montar la parodia y Eduardo Haro representaba bien el sentir de la prensa contemporánea cuando escribía: «La escena fue servida de todo momento de un modo suntuoso. El decorado, espléndido; los trajes, ricos y artísticos, debidos a bellos figurines hechos por el notable D'Hoy; el atrezzo, todo, en fin, fue magnífico». El decorado se debía a los escenógrafos de la Comedia, Blancas y Amorós. Al éxito contribuyó también un juvenil Federico Moreno Torroba con la «primorosa» danza oriental del tercer acto.
Según opinión unánime de quienes lo reseñaron, el estreno fue «sencillamente arrollador», «aplaudido con estrépito por un auditorio selectísimo», el público estaba «encantado», «se rió constantemente y aplaudió mucho», y se interrumpieron «muchas escenas con espontáneas ovaciones». Es más, ante la insistencia del «respetable», Pedro Muñoz Seca tuvo que salir a escena varias veces al final de cada jornada.
Los reparos fueron escasos. Hubo quienes vieron en La venganza una falta de respeto a nuestros clásicos o un desacato a los románticos, otros lamentaban el exceso de ripios o el que una simple parodia alcanzase la extensión de cuatro actos, y no faltó quien juzgara intolerables por su procacidad algunos chistes y juegos de palabras aunque, al parecer, los espectadores los acogieron con entusiasmo.
Muñoz Seca dominaba la dinámica teatral y tenía muchos años de oficio. Escribió Don Mendo sirviéndose de los mismos recursos que se usaban para hacer los dramas históricos, escogió un tema peligrosamente parecido a los propios de aquellos dramas, lo desarrolló y logró una obra de acción bien planeada, que divierte y llega a interesarnos. Al tiempo que nacía esta parodia, progresaban una refundición suya de Las famosas asturianas de Lope de Vega, y La verdad de la mentira. Parece que don Pedro escribía con la misma facilidad en verso y en prosa aquí se advierten su soltura para versificar y una capacidad para remediar estilos ajenos que revela unos conocimientos literarios bastante amplios y bien asimilados. La venganza de don Mendo presentaba una Edad Media antiheroica y prosaica y unos personajes deshonestos, brutales o simples, y el público tomó esta obra como una parodia para reírse, que es lo que pretendía ser. No faltaron, sin embargo, algunos ingenuos que lamentaron el «desperdicio» que hacía Muñoz Seca de un argumento y de unos versos que, con un poco de arreglo, podrían haber alcanzado alto nivel dramático.
La venganza de don Mendo se estrenó hace sesenta y seis años y, entre España y América, se habrá representado muchos cientos de veces, quizá miles. Todavía las gentes maduras hoy recuerdan versos y frases suyas; se sabían de memoria largas tiradas del Don Mendo y del Tenorio, y se divertían aplicando frases de ambos a situaciones que le parecían oportunas. Esta fidelidad del público contrasta, con la opinión de la crítica por los mismos años que va considerando más y más el astracán como un género relegado por su falta de interés y de calidad literaria. Defendió el astracán Manuel Machado, Torrente Ballester le atribuyó una «comicidad situacional», y González Ruiz, quien juzgaba La venganza una «parodia francamente graciosa», hacía notar su influencia sobre ciertas obras de Jardiel Poncela.
Un vistazo de las ediciones de esta parodia publicadas desde su estreno hasta hoy mostrará que dejando aparte las Obras completas y las impresiones americanas, hubo dos ediciones de La venganza de Don Mendo poco después de su estreno, tres en los años 20 y ninguna durante los de la República y de la Guerra Civil. En cambio hay seis de los años 40 que indicarían una revalorización de Muñoz Seca, posiblemente por seguir todavía el teatro derroteros algo semejantes a los de los años 30, y quizás por razones de índole política. Tres ediciones en los 50, dos en los 60 y otras dos en los 70 marcan el progresivo despego de unas generaciones nuevas que tienen otros intereses y otro sentido del humor.
Sin embargo, La venganza de Don Mendo sigue viva: Afrodisio Aguado continúa reimprimiendo una edición con prólogo de Benavente y graciosos dibujos de Enrique Herreros; se representó hace tres años en Buenos Aires con gran entusiasmo del público, al decir de quienes la vieron; y hace dos se dio, también con éxito, en Madrid. Don Mendo parece haberse convertido por derecho propio en una tradición, en una especie de «obra clásica» popular a la manera que lo son el Tenorio o La verbena de 1a Paloma, de esas que siempre cuentan con un público fiel. La venganza se ha seguido representando en las últimas décadas, en 1981 se volvió a representar por el centenario del nacimiento del autor, en el mismo lugar donde se estrenó, el Teatro de la Comedia.
Fragmento de La venganza de Don Mendo
(Jornada I)
NUÑO
¿Y a qué subísteis?
MENDO
Señor...
NUÑO
No acabo de imaginar.
¿Fue el amor?...
MENDO
No fue el amor
NUÑO
Entonces...
MENDO
Subí a robar
(Asombro en todos.)
NUÑO
¡Miserable!... ¡Presto a él!
MENDO
¡Quietos!... Infeliz de aquel
que intentare, ¡ay, Dios!, llegar
a don Mendo Salazar
y Bernáldez de Montiel
(Se desemboza)
NUÑO
¿Ladrón vos, Don Mendo? ¿Vos?
RAMÍREZ
(Aparte a MAGDALENA)
Por salvarnos a las dos
ya ves, su infortunio labra
MENDO
(De salvarla di palabra
y la cumplo, vive Dios)
NUÑO
Un Marqués cual vos, ¡qué afrenta!
¿Cuándo viose acción tan doble?
MENDO
Nunca ha de faltar un noble
que robe más de la cuenta.
NUÑO
¿Pero vos?...
MENDO
Y a fuer de honrado,
antes de rendir la espada
que mi delito ha manchado,
quiero confesar, que nada
de amor hame aquí arrastrado.
PERO
¡No! ¡No!... ¡Nunca lo creeré!
LORENZANA
Ni yo.
MAGDALENA
¿Qué decís?
PERO
¡No sé!
Permitid que en creerlo luche.
MAGDALENA
(Recogiendo el suelo el estuche que tiró don Mendo)
NUÑO
El de tu collar
MAGDALENA
¡Sí!
PERO
¿eh?
MENDO
Como tan poco valía
no lo quise para mí
NUÑO
Pero...¿ y el collar?
MENDO
(Enseñándolo)
¡Aquí!
PERO
¡Era verdad!
NUÑO
¡Lo tenía!
MENDO
Tomadlo, y perdón, señora,
si os lo quise arrebatar
(Le da el collar).
FIN
Tradicional ha sido hacer reír en el teatro a costa de un costumbrismo desorbitado que presenta tipos y acentos provinciales o extranjeros. En don Mendo hay una marquesa de Tarrasa que habla con fuerte acento y que a veces se expresa en un catalán dudoso:
¡Qué precios, Mare de Deu!
No vi duncel más hermós
ni en Sitges, ni en Palamós,
ni en San Feliú... ni en Manlléu.
Aparecen también unos hombres de armas vizcaínos al servicio de don Nuño, con nombres tan enrevesados como Otalaorreta y Mendingundinchía, y aquí y allá, hay unas palabras en «latín», en italiano y en «caló», además de un conjuro en un galimatías que pretende ser árabe.
Ni los personajes se comportan con el decoro debido a su condición, ni tampoco se expresan en ocasiones con un lenguaje adecuado al rango de su época. La lengua convencionalmente solemne y antañona de estos caballeros y estas damas está salpicada de expresiones y palabras modernas, de coloquialismos y a veces de giros vulgares que contrastan violentamente con el tono general. Doña Ramírez piensa que «aquí se va a armar la gorda», exclama «¡A mí... plin! » y don Mendo cae en la cuenta de que con Magdalena está «haciendo el primo», «el oso» y «el canelo». También suele tener gran efecto el contraste entre una palabra o una frase prosaicamente moderna y el resto del diálogo:
MONCADA: Os lo diré:
Mas por Dios tranquilizaos
MENDO: Estoy tranquilo. Sentaos.
MONCADA: Muchas gracias.
MENDO: No hay de qué.
A veces estas expresiones alcanzan un tono subido disfrazado apenas con una palabra de sonido semejante, «¡Hacen falta más Quiñones! » o con un sinónimo, «es más coqueta / que las clásicas gallinas».
Abundan las paronomasias: «cerca de la cerca», «sabed que menda es Don Mendo»; la deformación intencionada de vocablos que llega hasta la ruptura voluntaria de reglas gramaticales, siempre con fines humorísticos: «Pieces» por «pies», «rompido» por «roto», y la invención de neologismos derivados absurdamente: «Gracia tan loadora y valedora». Características son también las dilogías o equívocos: «y don Pero que es un pez / está por vos escamado», «terció y os hizo mal tercio» .A veces el juego de palabras se hace con nombres propios: Doña Sancha casó con don Suero pues «en aquel Suero veía un remedio»; unos nobles asturianos, llegados desde Pravia para salvar el honor familiar, exclaman: «Para lavar el baldón, / la mancha que nos agravia, / Conde Nuño, henos de Pravia», y sus palabras recuerdan así un anuncio del jabón Heno de Pravia.
También abundan las alusiones a personas, cosas o situaciones contemporáneas, tan frecuentes en esta parodia. Merecen especial atención las de índole taurina que tenían el éxito seguro por ser clarísimas a todo aficionado y por referirse a la infidelidad conyugal. Un ejemplo: El rey, que es amante de Magdalena, premia las proezas guerreras de don Pero permitiéndole que añada a su escudo cinco banderas pequeñas («banderillas») junto a una cruz y además el lema «No hay barreras para mí, / pues si hay barreras, las salto», por haber tomado las plazas de Alcoló y del Olivo. En términos taurinos resulta que el rey le pone cinco banderillas en la cruz al marido cornudo quien tomó el olivo (se refugió en los burladeros) y, según reza su divisa, es capaz de saltar todas las barreras que se le presentan.
La aliteración también está presente:
¿Qué incoa
mi espíritu? Lo que incoe
ya mi cerebro corroe.
¿Más qué importa que corroa
Aspid que mi pecho roe
prosigue tu insana roa...;
la anáfora: «Aquesto es, Renato, que muero de amores; / aquesto es, Renato, que muero de celos. / Aquesto es que anhelos...»; y la repetición de una misma palabra o de sinónimos: «y la creyó y difundió / y me ofendió y ultrajó...».
El manuscrito de La venganza y el de El pendón de don Fruela muestran que su autor escribía con facilidad y dejándose llevar por el ritmo de los versos que salían de su pluma, sin detenerse a considerar, en ocasiones, mezcladas quintillas de diverso tipo, si entre ellas se escapaba alguna redondilla, o si en una tirada de trisílabos aparecía un verso de seis... Sirvió primordialmente del octosílabo que usó en forma de romance, de quintillas, cuartetas y redondillas. Le siguen los versos de once sílabas, combinados por lo general con los de siete, sueltos, a la manera de silvas. Hay también dodecasílabos, polirítmicos aquí, divididos en dos hemistiquios de seis sílabas cada uno.
Aparte de aquellas ocasiones en que usa específicamente cuartetas y redondillas, o quintillas de rima varia, éstas aparecen también con profusión en las tiradas de octosílabos rimados libremente, así como los tercetos, los pareados y, en ocasiones, alguna sextilla. Lo mismo ocurre en las «silvas» con la caprichosa combinación de heptasílabos y endecasílabos. Tanto en ellas como en las tiradas octosilábicas son muy frecuentes los versos monorrimos. Tan sólo una vez aparecen el romance dodecasílabo, y el romancillo hexasílabo, la octava real y dos ovillejos. Esta riqueza métrica no tiene tan sólo por fin la variedad y es primordialmente de orden semántico pues a cada situación corresponde un tipo de versificación adecuada.
La venganza es una obra polimétrica que compendia los metros y combinaciones más usados en el teatro por los románticos y luego por los modernistas, y hay en ella claros ecos paródicos del estilo de otros autores y de otras obras. No es difícil reconocer el barroco calderoniano en aquellos versos en los que el protagonista llama a su amada:
Ave, rosa, luz, espejo,
rayo, linfa, luna, fuente,
ángel, joya, vida, cielo...
ni el recuerdo del romancero en la historia de «Los cuatro hermanos Quiñones», recitada por Bertoldino y en la de «Don Lindo García» que cuenta el pretendido Renato. La entrevista de don Nuño con su hija [«¿Y con quién mi boda, padre, has concertado?»] evoca, métricamente, la de los padres de Leonor y Diego [«Don Pedro Segura, seáis bien venido...»] en Los amantes de Teruel. Reconocibles son también los famosos ovillejos del Tenorio en el duelo verbal que sostienen don Mendo y don Pero, en casos como éste, el delicado lirismo zorrillesco,
Y entre estos peñascos romos ,
en este lugar perdido,
que semeja un bello nido ,
de ninfas, hadas y gnomos;
en esta penumbra grata,
bajo esta bóveda oscura,
y oyendo como murmura
la limpia fuente de plata...
De índole modernista son los dodecasílabos que recita Azofaifa [«¿Por qué me engañaste? ¿Por qué me dijiste...»] o la tírada de heptasílabos y tetrasílabos agudos de la jornada III:
Magdalena: Trovador, soñador
(a Don Mendo) un favor
Mendo: ¿Es a mí?
Magdalena: Sí, señor.
Al pasar por aquí
a la luz del albor
he perdido una flor.
Mendo: ¿Un flor de rubí?
En este nivel métrico aparecen también, y profusamente, los recursos degradatorios. Así, los versos esdrújulos que usan palabras extravagantes y que siempre fueron curso de gran efecto cómico:
MENDO
Mora en otro tiempo atlética
y hoy enfermiza y escuálida,
a quien la pasión frenética
trocó de hermosa crisálida
en mariposa sintética... ;
La respuesta de Don Mendo al acoso amoroso de la mora Azofaifa, propicia una de las escenas más populares de la obra:
"¡ Mora de la morería !...
¡ Mora que a mi lado moras !...
¡ Mora que ligó sus horas
a la triste suerte mía !...
¡ Mora que a mis plantas lloras
porque a tu pecho desgarro !...
¡ Alma de temple bizarro !...
¡ Corazón de cimitarra !...
¡ Flor más bella del Darro
y orgullo de la Alpujarra !...
¡ Mora en otro tiempo atlética
y hoy enfermiza y escuálida,
a quien la pasión frenética
trocó de hermosa crisálida
en mariposa sintética !...
¡ Mora digna de mi amor
pero a quien no puedo amar,
porque un hálito traidor
heló en mi pecho la flor
aun antes de perfumar !...
Deja de estar en hinojos.
Cese tu amarga congoja,
seca tus rasgados ojos
y déjame que te acoja
en mis brazos, sin enojos.
No celes, que no es razón
celar, del que por su suerte
en una triste ocasión
por escapar de la muerte
dejó en prenda el corazón.
No celes del desgraciado
que sin merecer reproche
fue vilmente traicionado
y cambióse en medianoche
por no ser emparedado.
Ni a tí ni a nadie he de amar.
Déjame a solas pensar
sentado en aqueste ripio,
sin querer participar
del dolor que participio.
Déjame con mi revés:
Si quieres besarme, bésame,
consiento por esta vez,
pero déjame después.
Déjame, Azofaifa, déjame."
la frecuencia de la rima en agudo como «zumbón» y «gorrón», «trajín» y « ¡A mí... plín! », para aumentar la sensación de ripio; las enumeraciones rápidas y burlescas: «temblorosa, cautelosa, recelosa»; numerosísimas rimas en eco del estilo de «que dura porque perdura» y «son dignas del estro vuestro»; o encabalgamientos voluntariamente torpes, entre los que destaca aquella joya de «pues muy pronto, amigo fiel, / habré de hundírmelo en el / quinto espacio intercostal». Muñoz Seca, en fin, llevó al virtuosismo en su don Mendo el cultivo del ripio, de la rima forzada y del verso malo, todo en aras de la parodia. Abundan en él rimas tan intencionadamente extravagantes como la de «Sigüenza» con «sinvergüenza», «¡Qué risa!» con «prisa», «mereces» con «pieces» [«pies»], «R.I.P.» con «fe» y, a punto de concluir la obra, la risa de don Mendo, loco forma todo un verso «Ja, ja,, ja, ja, ja, já» que rima con «La razón perdido ha».
La venganza de Don Mendo, ayer y hoy
La venganza de don Mendo se estrenó en el teatro de la Comedia, en Madrid, la noche del 20 de Diciembre de 1918. Era el de la Comedia un prestigioso teatro inaugurado en 1875 y a cargo entonces de don Tirso Escudero, que fue su empresario por muchos años. Contaba con una gran compañía y entre los consagrados y noveles que estrenaron La venganza aquella noche figuraban actores muy conocidos hoy. Adela Carboné, «depurada artista», hizo de Azofaifa y, «vestida de mora con largo pantalón bombacho y túnica de crespón morado»; Aurora Redondo, jovencísima entonces, que fue llamada a escena dos veces por el «delicioso acento catalán» de su marquesa de Tarrasa; Juan Bonafé (Don Mendo); Juan Espantaleón (Don Nuño); y un Mariano Asqueríno tan novel que tuvo a su cargo los papeles secundarios de Bertoldino y Froilán. Todos ellos fueron muy alabados en la representación de sus papeles.
La empresa no escatimó gastos al montar la parodia y Eduardo Haro representaba bien el sentir de la prensa contemporánea cuando escribía: «La escena fue servida de todo momento de un modo suntuoso. El decorado, espléndido; los trajes, ricos y artísticos, debidos a bellos figurines hechos por el notable D'Hoy; el atrezzo, todo, en fin, fue magnífico». El decorado se debía a los escenógrafos de la Comedia, Blancas y Amorós. Al éxito contribuyó también un juvenil Federico Moreno Torroba con la «primorosa» danza oriental del tercer acto.
Según opinión unánime de quienes lo reseñaron, el estreno fue «sencillamente arrollador», «aplaudido con estrépito por un auditorio selectísimo», el público estaba «encantado», «se rió constantemente y aplaudió mucho», y se interrumpieron «muchas escenas con espontáneas ovaciones». Es más, ante la insistencia del «respetable», Pedro Muñoz Seca tuvo que salir a escena varias veces al final de cada jornada.
Los reparos fueron escasos. Hubo quienes vieron en La venganza una falta de respeto a nuestros clásicos o un desacato a los románticos, otros lamentaban el exceso de ripios o el que una simple parodia alcanzase la extensión de cuatro actos, y no faltó quien juzgara intolerables por su procacidad algunos chistes y juegos de palabras aunque, al parecer, los espectadores los acogieron con entusiasmo.
Muñoz Seca dominaba la dinámica teatral y tenía muchos años de oficio. Escribió Don Mendo sirviéndose de los mismos recursos que se usaban para hacer los dramas históricos, escogió un tema peligrosamente parecido a los propios de aquellos dramas, lo desarrolló y logró una obra de acción bien planeada, que divierte y llega a interesarnos. Al tiempo que nacía esta parodia, progresaban una refundición suya de Las famosas asturianas de Lope de Vega, y La verdad de la mentira. Parece que don Pedro escribía con la misma facilidad en verso y en prosa aquí se advierten su soltura para versificar y una capacidad para remediar estilos ajenos que revela unos conocimientos literarios bastante amplios y bien asimilados. La venganza de don Mendo presentaba una Edad Media antiheroica y prosaica y unos personajes deshonestos, brutales o simples, y el público tomó esta obra como una parodia para reírse, que es lo que pretendía ser. No faltaron, sin embargo, algunos ingenuos que lamentaron el «desperdicio» que hacía Muñoz Seca de un argumento y de unos versos que, con un poco de arreglo, podrían haber alcanzado alto nivel dramático.
La venganza de don Mendo se estrenó hace sesenta y seis años y, entre España y América, se habrá representado muchos cientos de veces, quizá miles. Todavía las gentes maduras hoy recuerdan versos y frases suyas; se sabían de memoria largas tiradas del Don Mendo y del Tenorio, y se divertían aplicando frases de ambos a situaciones que le parecían oportunas. Esta fidelidad del público contrasta, con la opinión de la crítica por los mismos años que va considerando más y más el astracán como un género relegado por su falta de interés y de calidad literaria. Defendió el astracán Manuel Machado, Torrente Ballester le atribuyó una «comicidad situacional», y González Ruiz, quien juzgaba La venganza una «parodia francamente graciosa», hacía notar su influencia sobre ciertas obras de Jardiel Poncela.
Un vistazo de las ediciones de esta parodia publicadas desde su estreno hasta hoy mostrará que dejando aparte las Obras completas y las impresiones americanas, hubo dos ediciones de La venganza de Don Mendo poco después de su estreno, tres en los años 20 y ninguna durante los de la República y de la Guerra Civil. En cambio hay seis de los años 40 que indicarían una revalorización de Muñoz Seca, posiblemente por seguir todavía el teatro derroteros algo semejantes a los de los años 30, y quizás por razones de índole política. Tres ediciones en los 50, dos en los 60 y otras dos en los 70 marcan el progresivo despego de unas generaciones nuevas que tienen otros intereses y otro sentido del humor.
Sin embargo, La venganza de Don Mendo sigue viva: Afrodisio Aguado continúa reimprimiendo una edición con prólogo de Benavente y graciosos dibujos de Enrique Herreros; se representó hace tres años en Buenos Aires con gran entusiasmo del público, al decir de quienes la vieron; y hace dos se dio, también con éxito, en Madrid. Don Mendo parece haberse convertido por derecho propio en una tradición, en una especie de «obra clásica» popular a la manera que lo son el Tenorio o La verbena de 1a Paloma, de esas que siempre cuentan con un público fiel. La venganza se ha seguido representando en las últimas décadas, en 1981 se volvió a representar por el centenario del nacimiento del autor, en el mismo lugar donde se estrenó, el Teatro de la Comedia.
Fragmento de La venganza de Don Mendo
(Jornada I)
NUÑO
¿Y a qué subísteis?
MENDO
Señor...
NUÑO
No acabo de imaginar.
¿Fue el amor?...
MENDO
No fue el amor
NUÑO
Entonces...
MENDO
Subí a robar
(Asombro en todos.)
NUÑO
¡Miserable!... ¡Presto a él!
MENDO
¡Quietos!... Infeliz de aquel
que intentare, ¡ay, Dios!, llegar
a don Mendo Salazar
y Bernáldez de Montiel
(Se desemboza)
NUÑO
¿Ladrón vos, Don Mendo? ¿Vos?
RAMÍREZ
(Aparte a MAGDALENA)
Por salvarnos a las dos
ya ves, su infortunio labra
MENDO
(De salvarla di palabra
y la cumplo, vive Dios)
NUÑO
Un Marqués cual vos, ¡qué afrenta!
¿Cuándo viose acción tan doble?
MENDO
Nunca ha de faltar un noble
que robe más de la cuenta.
NUÑO
¿Pero vos?...
MENDO
Y a fuer de honrado,
antes de rendir la espada
que mi delito ha manchado,
quiero confesar, que nada
de amor hame aquí arrastrado.
PERO
¡No! ¡No!... ¡Nunca lo creeré!
LORENZANA
Ni yo.
MAGDALENA
¿Qué decís?
PERO
¡No sé!
Permitid que en creerlo luche.
MAGDALENA
(Recogiendo el suelo el estuche que tiró don Mendo)
NUÑO
El de tu collar
MAGDALENA
¡Sí!
PERO
¿eh?
MENDO
Como tan poco valía
no lo quise para mí
NUÑO
Pero...¿ y el collar?
MENDO
(Enseñándolo)
¡Aquí!
PERO
¡Era verdad!
NUÑO
¡Lo tenía!
MENDO
Tomadlo, y perdón, señora,
si os lo quise arrebatar
(Le da el collar).
FIN
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