PEDRO MUÑOZ SECA:EL HUMOR DENTRO Y FUERA DEL TEATRO
Muñoz Seca se da a conocer como autor cómico y llega en momentos de gran actividad para la escena española. La ocupan comediógrafos, dramaturgos y saineteros que tendrán en común, la mayoría, el gozar del favor del público durante largos años. A la cabeza de los primeros figura Benavente, tenido por maestro de la comedia en el primer tercio de siglo (La Malquerida, 1913, Campo de Armiño y La ciudad alegre y confiada, ambas de 1916) y, dentro de la corriente benaventina están Linares Rivas (La garra, 1914) y Gregorio Martínez Sierra. Carlos Martínez Arniches, que comenzó en 1888 como uno de tantos saineteros del "género chico", se convertiría luego en el autor cómico más importante de su tiempo con "tragicomedias grotescas" como La señorita de Trevélez (1916) y ¡Que viene mi marido! (1918). También Muñoz Seca tuvo contactos con los hermanos Álvarez Quintero, quienes durante más de medio siglo dieron a la escena gran cantidad de obras costumbristas y sentimentales en las que pintaban una Andalucía convencional y amable.
El nombre de Muñoz Seca se identifica pronto con el de un género teatral nuevo, -el astracán- y solo, o con sus colaboradores Pérez Fernández y luego García Álvarez, dio a la escena trescientas obras cómicas entre 1915 y 1936.
El astracán es un género cómico menor que sólo pretende hacer reír pero, eso sí, a toda costa, utilizando chistes, a veces, incluso de mal gusto. Los críticos señalan que proviene directamente del juguete cómico, cuyos recursos ridiculiza, y González Ruiz observa que en el juguete cómico, el equívoco planteado acaba por deshacerse mientras que la peculiaridad del astracán consiste en llevar el convencionalismo de frente y dejarlo descarnado ante el público. En este caso, la acción, las situaciones y los personajes dependen del chiste, que suele ser de rutruécano, y de las deformaciones cómicas del lenguaje. Para los críticos:
"Muñoz Seca, a ciegas, mezclándolo todo, sin finura, a pesar de su carácter, temperamento y cultura nada revolucionarios, pega el primer puntapié a los viejos esquemas del teatro cómico español y comienza, sin más ni menos, el teatro del absurdo. El teatro del disparate. El astracán."
Su teatro era habilisísimo, graciosísimo, y fue el autor teatral más aplaudido y respetado en España entera durante diez años seguidos. De ingenio chispeante, con dominio de la técnica teatral y de fácil pluma, después de cultivar el sainete y el juguete cómico escribió la famosa obra Trampa y cartón (1912), perteneciente al género que él creó, el astracán. Su colaboración con Enrique García Álvarez marcó el apogeo de este tipo de obras, de que puede ser ejemplo El verdugo de Sevilla, La venganza de Don Mendo, parodia de los dramas poéticos y acaso la mejor obra del autor.
LA VENGANZA DE DON MENDO
Su obra más famosa fue La venganza de Don Mendo, «caricatura de tragedia en cuatro jornadas» estrenada en el teatro de la Comedia por Bonafé y por Irene Alba, con éxito extraordinario. No deja de resultar paradójico que Muñoz Seca escribiera obra tan regocijante en medio de una larga enfermedad; según testimonio familiar, éste padeció una úlcera de estómago que le obligó a guardar cama por tres meses y a régimen de leche solamente. En esta situación escribió dicha obra en la que la afición que tuvo por el teatro clásico del Siglo de Oro se muestra emparejada con las técnicas propias del astracán. Entre sus papeles se conservan unas páginas manuscritas de El pendón de don Fruela, también parodia de un drama histórico, y que José Montero Alonso, no se sabe con que fundamento, considera escrita con anterioridad al Don Mendo y quizá su fuente de inspiración. Por ello, se considera a la obra como una "parodia", y se puede describir como una imitación burlesca de una obra seria en literatura.
Pero las parodias existieron desde la antigüedad, y nunca respetaron ningún género literario, se encargaban de criticar los aspectos más vulnerables de una obra. Pero para que tenga éxito, el espectador tendría que estar familiarizado con el texto parodiado y que lo reconozcan a través de la degradación experimentada en la versión paródica. Se dice degradación porque las parodias pretendían dar una visión antidramática de la obra parodiada. A lo largo de la historia del teatro español, se han hecho "comedias burlescas o de disparates" basadas en obras muy conocidas, que culminaron en 1918, año en que se estrenó la obra cumbre del comediógrafo portuense, La venganza de Don Mendo.
Cuando apareció Don Mendo, el público español tenía el recuerdo difuso de las obras lopescas y calderonianas, muchos de cuyos elementos habían recogido los dramas del Romanticismo. Muñoz Seca conocía bien a su público y el momento teatral, y no se propuso hacer reír a costa de dramas apenas recordados del Siglo de Oro, sino a costa del movimiento reciente modernista.
La venganza de Don Mendo es una obra brillante que abunda en juegos de palabras y chistes y que es una degradación a todos los niveles de los elementos propios del drama histórico, con fines paródicos. Los anacronismos presentan una mezcla detonante del ayer y del presente, y los personajes medievales se mueven en un mundo dominado por la moral utilitaria del tiempo de Pedro Muñoz Seca.
El argumento
Jornada Primera: Don Nuño Manso de Jarana tiene una hija, Magdalena, a la que va a casar con don Pero, duque de Toro y privado del Rey. Esta tiene amores con don Mendo, nobilísimo pero pobre, a quien suele echar una escala desde su cuarto para que la visite por las noches. Sube don Mendo y cuenta que se a endeudado jugando a las cartas y a perdido el honor. Como Magdalena quiere casarse con el rico don Pero, ofrece a don Mendo su collar de perlas para que pague su deuda y luego marche a la guerra. En esto, don Pero que pasaba cerca del castillo, ve la escala y sube por ella; al ruido aparece luego don Nuño. Don Mendo ha prometido no deshonrar a Magdalena y jura que entro sólo a robar el collar, a pesar de enterarse que ésta va a casarse con el de Toro.
En la jornada Segunda, Don Mendo esta preso en un torreón. Es el día de la boda; Magdalena y don Pero entran a visitarle pues el futuro marido todavía sospecha de la pretendida virginidad de Magdalena. Don Mendo sigue callando aunque su antigua amante le manda emparedar vivo. Su amigo, el marqués de Moncada, llega disfrazado de fraile y salva a su amigo don Mendo.
Jornada tercera: Campamento militar de don Pero. Cuentan a Moncada que se espera al rey y que este es amante de Magdalena; aunque ella, que es muy casquivana, adora a un misterioso trovador en quien Moncada reconoce a don Mendo. Los hilos de la acción comienzan a enlazarse unos con otros. La reina se enamora del Trovador y le cita en una cueva cercana; el Rey cita a Magdalena en el mismo lugar y hora; Magdalena lo hace con el Trovador; el marido y el padre de ésta lo oyen y acuden por su lado para lavar su honor; Azafaifa, mora que acompaña al Trovador y le ama, va también para vengarse de su rival.
La Jornada Cuarta tiene lugar dentro de esta espaciosa cueva en la que se buscan y evitan todos los personajes, empujados unos por el amor y otros por la venganza. Anagnórisis dramática: el Trovador se da a conocer a Magdalena como don Mendo. Don Pero se mata al ver que el Rey le deshonra con Magdalena y la maldice, el Rey mata a don Nuño quien quería acabar con Magdalena y cae maldiciendo a su hija también. Azofaifa apuñala a Magdalena y Don Mendo, al saberlo, atraviesa a mora. Luego se suicida con el mismo puñal. La cueva queda cubierta de cadáveres y de damas desmayadas.
El contenido temático
Las parodias teatrales suelen ser obras en un acto que hacen reír a costa de las escenas o los aspectos más destacados de otra obra. En cambio, La venganza de Don Mendo, como habían hecho antes Manojo de Cruz y Muérete... y verás de Bretón de los Herreros, no apunta a ninguna en particular sino a todo un género teatral.
Más que una "caricatura de tragedia" La venganza lo es de los dramas históricos románticos y de los poéticos cuya estructura y características principales conserva. Tiene lugar en siglo XII y durante el reinado de Alfonso VII de Castilla. Alfonso llegó a titularse Emperador y guerreó con suerte varia contra otros reyes cristianos y contra los moros. De su vida privada sabemos que casó dos veces, la primera con Doña Bernegales, hija del conde de Provenza, y que tuvo por amante a una hermosísima asturiana llamada Doña Gontroda. Hasta aquí la historia. A la inventiva de Muñoz Seca se debe el modo con que se comportan estos reyes y la resistencia de los otros personajes, así como los nombres de los lugares geográficos citados.
El argumento muestra los desdichados efectos de una pasión defraudada; el amor por Magdalena en la Primera Jornada, da lugar en la Segunda a una lucha en el pecho de don Mendo entre la promesa de callar y el deseo de venganza, deseo que aumenta en la Tercera al ver la veleidad de Magdalena, y que estalla en la Cuarta para alcanzar a todos. Como los demás dramas históricos, don Mendo no respeta ni la unidad de tiempo, pues la acción abarca un periodo indeterminado de varios años, ni la de lugar, ya que los acontecimientos suceden en sitios muy diversos, ni la de acción, complicada de tal modo que en la jornada Cuarta apenas hay personaje sin su propio "lío" amoroso.
Los finales de acto son de gran efecto teatral y ponen de manifiesto una vez más el dominio del arte escénico que tenía Muñoz Seca: la promesa de venganza que hace don Mendo; su despedida enigmática al abandonar la cárcel; el baile oriental; y un desenlace sangriento en el que el protagonista muere al tiempo que revela su identidad; "Sabed qué menda... es don Mendo/ y don Mendo... mató a menda". Finales todos semejantes a los que suelen darse en los dramas históricos pero dotados en este caso de unos elementos paródicos que los degradan y que cambia en risa lo que deberían haber sido emoción y lágrimas.
El reparto incluye galanes, damas y barbas, mensajeros, dueñas y trovadores, y unos comparsas tan variopintos como numerosos para figurar ejércitos y cortejos. Dan el toque exótico las moras y judías de Renato con sus danzas orientales, el confidente, el confidente Ali-Fafez, y el gracioso conjuro en "árabe" con el que Azofaifa hace hablar a los difuntos.
En cuanto a las situaciones, don Mendo trae ecos de muchas obras conocidas, sobre todo de las propias del teatro romántico. Una buena parte del público de Muñoz Seca, medianamente culto por sus lecturas o por frecuentar el teatro, no podría menos de hallar cómico el encontrarse con personajes o situaciones conocidas de otras obras, y caricaturizadas ahora.
Los personajes
Don Mendo, descrito como un "apuesto caballero como de treinta años, bien vestido y mejor armado" es en lo fundamental el héroe romántico enamorado, valeroso y galante. Es víctima de su respeto a los valores caballerescos y no quebranta el juramento hecho a Magdalena aunque ésta le engaña y pretende matarle. Al escapar de la cárcel abandona su identidad y privilegios sociales para convertirse en un hombre nuevo, nombrado apropiadamente Renato, el juglar errabundo, marcado por el destino:
Soy un ente, una quimera;
Soy un girón, una sombra;
Alguien sin patria y sin nombre...
Una aberración...un hombre
Que de ser hombre se asombra.
Cual una nota perdida
Con la ceniza en la frente,
Naufragaré en el torrente
Proceloso de la vida.
¿De qué viviré? ...¿Qué haré?
¿Dónde al cabo moriré?...
¿Aquí o allá?...¿Qué más da?...
¿Seré malo?...No lo sé.
¿Seré bueno? ¡ Qui lo sa?
A partir de ahora este misántropo tan sólo vive para venganza pero las mujeres se vuelven tan locas por él Azofaifa, Doña Berenguela, la marquesa de Tarrasa, Magdalena sin reconocerle- que Moncada, asombrado, le pregunta: "¿Pero, Mendo, qué las das?". El ser hombre de honor no impide que don Mendo sienta debilidad por las cartas, por el cariñena y por las mujeres guapas y todavía a punto de consumar su venganza, hace el don Juan alegremente del brazo de Doña Berenguela.
Acostumbrados a unas angelicales heroínas fieles hasta la muerte y a otras depravadas y diabólicas, Magdalena no resulta ni Isabel de Segura ni Lucrecia Borgía sino una mujer amoral, calculadora y arribista. Puesta en la clásica situación de escoger entre el amante pobre y el pretendiente rico impuesto por el padre, prefiere al último porque Don Mendo "carece de fortuna/ y no es amigo del rey... / no me conviene...", "quiero triunfar en la Corte, / quiero brillar"(I, 159-64). Para Magdalena el fin justifica los medios y como una despreocupada "Belle dame sans merci" no duda en quitar de en medio al enamorado testigo de su deshonra. Como es experta en fingimientos suele jurar en falso, engañar a todos, acusar de mentiroso hasta a su propio padre y desmayarse cuando le conviene. Su incontinencia amorosa es notoria: se acuesta con don Mendo porque la divierte, con el rey Alfonso, quien la conquistó "al cabo de media hora", para medrar, con otros muchos por devaneo y, encaprichada del trovador, le piropea y le persigue. Tampoco tiene inconveniente la reina en jugársela a su regio consorte y enamora al trovador con democrático desahogo. Tan sólo la dueña Doña Ramírez pretende ser la conciencia de Magdalena pero ésta no le hace ningún caso con lo que la dueña concluye por inhibirse tranquilamente.
Entre los protagonistas masculinos, don Nuño, padre de Magdalena, y don Pero, esposo, hacen papeles de respeto de los que dan el tono moral a los dramas. Aquí, en cambio, resultan ser unos pobres diablos que hablan campanudamente pero que salen siempre engañados y acaban de modo ridículo. Muñoz Seca, que tan aficionado fue a los toros, no escatimó chistes sobre los cuernos de sus personajes: don Nuño se apellida Manso de Jarama, don Pero es duque de Toro y el desdichado don Mendo, marqués de Cabra.
El decoro, esa "correspondencia entre la condición o índole de un personaje y las acciones y modo de hablar que se le atribuyen en una obra literaria", brilla aquí por su ausencia. Los contemporáneos de don Mendo tienen muy pocos prejuicios morales y actúan con una frescura que regocija pues la comicidad estriba aquí en el contraste entre lo que estas gentes deberían ser y lo que son en realidad. El "fresco", según una de las aceptaciones de la palabra que el Diccionario de la Academia tiene, es un "desvergonzado, que no tiene empacho". Lo son Magdalena, la reina, don Mendo y el mismo Alfonso VII quien visita a don Pero para citarse con Magdalena, a la que pregunta , amoroso , mientras la ciñe la espada : "¿ Por qué no me has escrito, vida mía?".
En fin, La venganza de Don Mendo es un drama de honor protagonizado por gentes que no lo tienen. En lugar de principios morales hay conveniencias, en lugar de amor, caprichos y líos de faldas. El drama concluye con tonos de vaudeville en la escena de la cueva con una danza de maridos y de mujeres que evitan ser vistos cuando engañan a sus cónyuges, y de maridos que se ofenden al descubrir que sus esposas también les faltan.
La puesta en escena
Además del texto escrito hay otros elementos de capital importancia en la obra de teatro como los decorados, las indicaciones acerca de los personajes y de su modo de representar, y los efectos de luz o de sonido, que caen dentro del dominio de la puesta en escena.
Los decorados en las cuatro jornadas son muy propios de las obras históricas: sala de armas en un palacio, de noche; una mazmorra abovedada; campamento militar entre árboles y con una ciudad amurallada en lontananza, y en el interior de una gran cueva con una cascada y llena de galerías y recovecos. No faltan esos cuadros coloristas y pomposos, tan característicos, como la llegada del rey y su séquito al campamento (III), o la visita de don Pero y Magdalena a la mazmorra, en la que "Entran en escena, primero dos frailes cistercianos, caladas las capuchas, luego don Nuño, don Pero, el Abad con su gran mitra, don Juan, don Tirso y don Crespo, tres nobles de Pravia, frailes, soldados, etc. Por último entra Magdalena, con el traje de boda, apoyada en Doña Ninón» (II).
Sin embargo, el omnipresente afán paródico desvirtúa el dramatismo de las situaciones o algún detalle inesperado las convierte en ridículas. La presencia de don Mendo al pie del torreón de Magdalena se advierte por los compases de «El relicario», un cuplé muy popular en tiempos de Muñoz Seca (I), «trompetazos y musiquilla» solemnizan la llegada del monarca al campamento (III) y para ver bien al trovador, Doña Berenguela se cala los impertinentes (III). La misma comicidad por degradación tiene las acotaciones escénicas que van dirigidas más a los lectores del texto que al director de escena. Así, la dueña Doña Ramírez es «una mujer como de cincuenta, algo bigotuda y tal», y Magdalena, al saber que su padre la destina a don Pero, acciona «aterrada, dejándose caer sin fuerzas en una silla, digo sin fuerzas, porque si se deja caer con fuerzas puede hacerse daño» (I).
La lengua paródica
Para Ricardo Senabre, fue Arniches quien inventó la «dislocación expresiva» de la lengua, y ésta consiste en «la deformación intencionada de vocablos y expresiones con fines humorísticos». En Arniches se inspiró Muñoz Seca y sus obras abundan al nivel semántico en los chistes y juegos verbales característicos de un género propio llamado astracán. Del astracán provienen no pocos de los recursos de deformación semántica y fonética que caracterizan los versos de don Mendo. En ellos, la dislocación, del lenguaje está encaminada a ridiculizar un modo de escribir pretendidamente clásico que resultaba ya solemnemente hueco y que iba sembrado de tópicos y de frases hechas.
En primer lugar, hay aquí elementos de esa imitación convencional del castellano antiguo llamada «fabla», jerigonza que usaron los románticos siempre con poca fortuna:
Un collar Sancha tenía
y a don Lindo lo entregó
para perdelle y aluego
matalle sin compasión.
Que la noche que donóle
el collar..."
El nombre de Muñoz Seca se identifica pronto con el de un género teatral nuevo, -el astracán- y solo, o con sus colaboradores Pérez Fernández y luego García Álvarez, dio a la escena trescientas obras cómicas entre 1915 y 1936.
El astracán es un género cómico menor que sólo pretende hacer reír pero, eso sí, a toda costa, utilizando chistes, a veces, incluso de mal gusto. Los críticos señalan que proviene directamente del juguete cómico, cuyos recursos ridiculiza, y González Ruiz observa que en el juguete cómico, el equívoco planteado acaba por deshacerse mientras que la peculiaridad del astracán consiste en llevar el convencionalismo de frente y dejarlo descarnado ante el público. En este caso, la acción, las situaciones y los personajes dependen del chiste, que suele ser de rutruécano, y de las deformaciones cómicas del lenguaje. Para los críticos:
"Muñoz Seca, a ciegas, mezclándolo todo, sin finura, a pesar de su carácter, temperamento y cultura nada revolucionarios, pega el primer puntapié a los viejos esquemas del teatro cómico español y comienza, sin más ni menos, el teatro del absurdo. El teatro del disparate. El astracán."
Su teatro era habilisísimo, graciosísimo, y fue el autor teatral más aplaudido y respetado en España entera durante diez años seguidos. De ingenio chispeante, con dominio de la técnica teatral y de fácil pluma, después de cultivar el sainete y el juguete cómico escribió la famosa obra Trampa y cartón (1912), perteneciente al género que él creó, el astracán. Su colaboración con Enrique García Álvarez marcó el apogeo de este tipo de obras, de que puede ser ejemplo El verdugo de Sevilla, La venganza de Don Mendo, parodia de los dramas poéticos y acaso la mejor obra del autor.
LA VENGANZA DE DON MENDO
Su obra más famosa fue La venganza de Don Mendo, «caricatura de tragedia en cuatro jornadas» estrenada en el teatro de la Comedia por Bonafé y por Irene Alba, con éxito extraordinario. No deja de resultar paradójico que Muñoz Seca escribiera obra tan regocijante en medio de una larga enfermedad; según testimonio familiar, éste padeció una úlcera de estómago que le obligó a guardar cama por tres meses y a régimen de leche solamente. En esta situación escribió dicha obra en la que la afición que tuvo por el teatro clásico del Siglo de Oro se muestra emparejada con las técnicas propias del astracán. Entre sus papeles se conservan unas páginas manuscritas de El pendón de don Fruela, también parodia de un drama histórico, y que José Montero Alonso, no se sabe con que fundamento, considera escrita con anterioridad al Don Mendo y quizá su fuente de inspiración. Por ello, se considera a la obra como una "parodia", y se puede describir como una imitación burlesca de una obra seria en literatura.
Pero las parodias existieron desde la antigüedad, y nunca respetaron ningún género literario, se encargaban de criticar los aspectos más vulnerables de una obra. Pero para que tenga éxito, el espectador tendría que estar familiarizado con el texto parodiado y que lo reconozcan a través de la degradación experimentada en la versión paródica. Se dice degradación porque las parodias pretendían dar una visión antidramática de la obra parodiada. A lo largo de la historia del teatro español, se han hecho "comedias burlescas o de disparates" basadas en obras muy conocidas, que culminaron en 1918, año en que se estrenó la obra cumbre del comediógrafo portuense, La venganza de Don Mendo.
Cuando apareció Don Mendo, el público español tenía el recuerdo difuso de las obras lopescas y calderonianas, muchos de cuyos elementos habían recogido los dramas del Romanticismo. Muñoz Seca conocía bien a su público y el momento teatral, y no se propuso hacer reír a costa de dramas apenas recordados del Siglo de Oro, sino a costa del movimiento reciente modernista.
La venganza de Don Mendo es una obra brillante que abunda en juegos de palabras y chistes y que es una degradación a todos los niveles de los elementos propios del drama histórico, con fines paródicos. Los anacronismos presentan una mezcla detonante del ayer y del presente, y los personajes medievales se mueven en un mundo dominado por la moral utilitaria del tiempo de Pedro Muñoz Seca.
El argumento
Jornada Primera: Don Nuño Manso de Jarana tiene una hija, Magdalena, a la que va a casar con don Pero, duque de Toro y privado del Rey. Esta tiene amores con don Mendo, nobilísimo pero pobre, a quien suele echar una escala desde su cuarto para que la visite por las noches. Sube don Mendo y cuenta que se a endeudado jugando a las cartas y a perdido el honor. Como Magdalena quiere casarse con el rico don Pero, ofrece a don Mendo su collar de perlas para que pague su deuda y luego marche a la guerra. En esto, don Pero que pasaba cerca del castillo, ve la escala y sube por ella; al ruido aparece luego don Nuño. Don Mendo ha prometido no deshonrar a Magdalena y jura que entro sólo a robar el collar, a pesar de enterarse que ésta va a casarse con el de Toro.
En la jornada Segunda, Don Mendo esta preso en un torreón. Es el día de la boda; Magdalena y don Pero entran a visitarle pues el futuro marido todavía sospecha de la pretendida virginidad de Magdalena. Don Mendo sigue callando aunque su antigua amante le manda emparedar vivo. Su amigo, el marqués de Moncada, llega disfrazado de fraile y salva a su amigo don Mendo.
Jornada tercera: Campamento militar de don Pero. Cuentan a Moncada que se espera al rey y que este es amante de Magdalena; aunque ella, que es muy casquivana, adora a un misterioso trovador en quien Moncada reconoce a don Mendo. Los hilos de la acción comienzan a enlazarse unos con otros. La reina se enamora del Trovador y le cita en una cueva cercana; el Rey cita a Magdalena en el mismo lugar y hora; Magdalena lo hace con el Trovador; el marido y el padre de ésta lo oyen y acuden por su lado para lavar su honor; Azafaifa, mora que acompaña al Trovador y le ama, va también para vengarse de su rival.
La Jornada Cuarta tiene lugar dentro de esta espaciosa cueva en la que se buscan y evitan todos los personajes, empujados unos por el amor y otros por la venganza. Anagnórisis dramática: el Trovador se da a conocer a Magdalena como don Mendo. Don Pero se mata al ver que el Rey le deshonra con Magdalena y la maldice, el Rey mata a don Nuño quien quería acabar con Magdalena y cae maldiciendo a su hija también. Azofaifa apuñala a Magdalena y Don Mendo, al saberlo, atraviesa a mora. Luego se suicida con el mismo puñal. La cueva queda cubierta de cadáveres y de damas desmayadas.
El contenido temático
Las parodias teatrales suelen ser obras en un acto que hacen reír a costa de las escenas o los aspectos más destacados de otra obra. En cambio, La venganza de Don Mendo, como habían hecho antes Manojo de Cruz y Muérete... y verás de Bretón de los Herreros, no apunta a ninguna en particular sino a todo un género teatral.
Más que una "caricatura de tragedia" La venganza lo es de los dramas históricos románticos y de los poéticos cuya estructura y características principales conserva. Tiene lugar en siglo XII y durante el reinado de Alfonso VII de Castilla. Alfonso llegó a titularse Emperador y guerreó con suerte varia contra otros reyes cristianos y contra los moros. De su vida privada sabemos que casó dos veces, la primera con Doña Bernegales, hija del conde de Provenza, y que tuvo por amante a una hermosísima asturiana llamada Doña Gontroda. Hasta aquí la historia. A la inventiva de Muñoz Seca se debe el modo con que se comportan estos reyes y la resistencia de los otros personajes, así como los nombres de los lugares geográficos citados.
El argumento muestra los desdichados efectos de una pasión defraudada; el amor por Magdalena en la Primera Jornada, da lugar en la Segunda a una lucha en el pecho de don Mendo entre la promesa de callar y el deseo de venganza, deseo que aumenta en la Tercera al ver la veleidad de Magdalena, y que estalla en la Cuarta para alcanzar a todos. Como los demás dramas históricos, don Mendo no respeta ni la unidad de tiempo, pues la acción abarca un periodo indeterminado de varios años, ni la de lugar, ya que los acontecimientos suceden en sitios muy diversos, ni la de acción, complicada de tal modo que en la jornada Cuarta apenas hay personaje sin su propio "lío" amoroso.
Los finales de acto son de gran efecto teatral y ponen de manifiesto una vez más el dominio del arte escénico que tenía Muñoz Seca: la promesa de venganza que hace don Mendo; su despedida enigmática al abandonar la cárcel; el baile oriental; y un desenlace sangriento en el que el protagonista muere al tiempo que revela su identidad; "Sabed qué menda... es don Mendo/ y don Mendo... mató a menda". Finales todos semejantes a los que suelen darse en los dramas históricos pero dotados en este caso de unos elementos paródicos que los degradan y que cambia en risa lo que deberían haber sido emoción y lágrimas.
El reparto incluye galanes, damas y barbas, mensajeros, dueñas y trovadores, y unos comparsas tan variopintos como numerosos para figurar ejércitos y cortejos. Dan el toque exótico las moras y judías de Renato con sus danzas orientales, el confidente, el confidente Ali-Fafez, y el gracioso conjuro en "árabe" con el que Azofaifa hace hablar a los difuntos.
En cuanto a las situaciones, don Mendo trae ecos de muchas obras conocidas, sobre todo de las propias del teatro romántico. Una buena parte del público de Muñoz Seca, medianamente culto por sus lecturas o por frecuentar el teatro, no podría menos de hallar cómico el encontrarse con personajes o situaciones conocidas de otras obras, y caricaturizadas ahora.
Los personajes
Don Mendo, descrito como un "apuesto caballero como de treinta años, bien vestido y mejor armado" es en lo fundamental el héroe romántico enamorado, valeroso y galante. Es víctima de su respeto a los valores caballerescos y no quebranta el juramento hecho a Magdalena aunque ésta le engaña y pretende matarle. Al escapar de la cárcel abandona su identidad y privilegios sociales para convertirse en un hombre nuevo, nombrado apropiadamente Renato, el juglar errabundo, marcado por el destino:
Soy un ente, una quimera;
Soy un girón, una sombra;
Alguien sin patria y sin nombre...
Una aberración...un hombre
Que de ser hombre se asombra.
Cual una nota perdida
Con la ceniza en la frente,
Naufragaré en el torrente
Proceloso de la vida.
¿De qué viviré? ...¿Qué haré?
¿Dónde al cabo moriré?...
¿Aquí o allá?...¿Qué más da?...
¿Seré malo?...No lo sé.
¿Seré bueno? ¡ Qui lo sa?
A partir de ahora este misántropo tan sólo vive para venganza pero las mujeres se vuelven tan locas por él Azofaifa, Doña Berenguela, la marquesa de Tarrasa, Magdalena sin reconocerle- que Moncada, asombrado, le pregunta: "¿Pero, Mendo, qué las das?". El ser hombre de honor no impide que don Mendo sienta debilidad por las cartas, por el cariñena y por las mujeres guapas y todavía a punto de consumar su venganza, hace el don Juan alegremente del brazo de Doña Berenguela.
Acostumbrados a unas angelicales heroínas fieles hasta la muerte y a otras depravadas y diabólicas, Magdalena no resulta ni Isabel de Segura ni Lucrecia Borgía sino una mujer amoral, calculadora y arribista. Puesta en la clásica situación de escoger entre el amante pobre y el pretendiente rico impuesto por el padre, prefiere al último porque Don Mendo "carece de fortuna/ y no es amigo del rey... / no me conviene...", "quiero triunfar en la Corte, / quiero brillar"(I, 159-64). Para Magdalena el fin justifica los medios y como una despreocupada "Belle dame sans merci" no duda en quitar de en medio al enamorado testigo de su deshonra. Como es experta en fingimientos suele jurar en falso, engañar a todos, acusar de mentiroso hasta a su propio padre y desmayarse cuando le conviene. Su incontinencia amorosa es notoria: se acuesta con don Mendo porque la divierte, con el rey Alfonso, quien la conquistó "al cabo de media hora", para medrar, con otros muchos por devaneo y, encaprichada del trovador, le piropea y le persigue. Tampoco tiene inconveniente la reina en jugársela a su regio consorte y enamora al trovador con democrático desahogo. Tan sólo la dueña Doña Ramírez pretende ser la conciencia de Magdalena pero ésta no le hace ningún caso con lo que la dueña concluye por inhibirse tranquilamente.
Entre los protagonistas masculinos, don Nuño, padre de Magdalena, y don Pero, esposo, hacen papeles de respeto de los que dan el tono moral a los dramas. Aquí, en cambio, resultan ser unos pobres diablos que hablan campanudamente pero que salen siempre engañados y acaban de modo ridículo. Muñoz Seca, que tan aficionado fue a los toros, no escatimó chistes sobre los cuernos de sus personajes: don Nuño se apellida Manso de Jarama, don Pero es duque de Toro y el desdichado don Mendo, marqués de Cabra.
El decoro, esa "correspondencia entre la condición o índole de un personaje y las acciones y modo de hablar que se le atribuyen en una obra literaria", brilla aquí por su ausencia. Los contemporáneos de don Mendo tienen muy pocos prejuicios morales y actúan con una frescura que regocija pues la comicidad estriba aquí en el contraste entre lo que estas gentes deberían ser y lo que son en realidad. El "fresco", según una de las aceptaciones de la palabra que el Diccionario de la Academia tiene, es un "desvergonzado, que no tiene empacho". Lo son Magdalena, la reina, don Mendo y el mismo Alfonso VII quien visita a don Pero para citarse con Magdalena, a la que pregunta , amoroso , mientras la ciñe la espada : "¿ Por qué no me has escrito, vida mía?".
En fin, La venganza de Don Mendo es un drama de honor protagonizado por gentes que no lo tienen. En lugar de principios morales hay conveniencias, en lugar de amor, caprichos y líos de faldas. El drama concluye con tonos de vaudeville en la escena de la cueva con una danza de maridos y de mujeres que evitan ser vistos cuando engañan a sus cónyuges, y de maridos que se ofenden al descubrir que sus esposas también les faltan.
La puesta en escena
Además del texto escrito hay otros elementos de capital importancia en la obra de teatro como los decorados, las indicaciones acerca de los personajes y de su modo de representar, y los efectos de luz o de sonido, que caen dentro del dominio de la puesta en escena.
Los decorados en las cuatro jornadas son muy propios de las obras históricas: sala de armas en un palacio, de noche; una mazmorra abovedada; campamento militar entre árboles y con una ciudad amurallada en lontananza, y en el interior de una gran cueva con una cascada y llena de galerías y recovecos. No faltan esos cuadros coloristas y pomposos, tan característicos, como la llegada del rey y su séquito al campamento (III), o la visita de don Pero y Magdalena a la mazmorra, en la que "Entran en escena, primero dos frailes cistercianos, caladas las capuchas, luego don Nuño, don Pero, el Abad con su gran mitra, don Juan, don Tirso y don Crespo, tres nobles de Pravia, frailes, soldados, etc. Por último entra Magdalena, con el traje de boda, apoyada en Doña Ninón» (II).
Sin embargo, el omnipresente afán paródico desvirtúa el dramatismo de las situaciones o algún detalle inesperado las convierte en ridículas. La presencia de don Mendo al pie del torreón de Magdalena se advierte por los compases de «El relicario», un cuplé muy popular en tiempos de Muñoz Seca (I), «trompetazos y musiquilla» solemnizan la llegada del monarca al campamento (III) y para ver bien al trovador, Doña Berenguela se cala los impertinentes (III). La misma comicidad por degradación tiene las acotaciones escénicas que van dirigidas más a los lectores del texto que al director de escena. Así, la dueña Doña Ramírez es «una mujer como de cincuenta, algo bigotuda y tal», y Magdalena, al saber que su padre la destina a don Pero, acciona «aterrada, dejándose caer sin fuerzas en una silla, digo sin fuerzas, porque si se deja caer con fuerzas puede hacerse daño» (I).
La lengua paródica
Para Ricardo Senabre, fue Arniches quien inventó la «dislocación expresiva» de la lengua, y ésta consiste en «la deformación intencionada de vocablos y expresiones con fines humorísticos». En Arniches se inspiró Muñoz Seca y sus obras abundan al nivel semántico en los chistes y juegos verbales característicos de un género propio llamado astracán. Del astracán provienen no pocos de los recursos de deformación semántica y fonética que caracterizan los versos de don Mendo. En ellos, la dislocación, del lenguaje está encaminada a ridiculizar un modo de escribir pretendidamente clásico que resultaba ya solemnemente hueco y que iba sembrado de tópicos y de frases hechas.
En primer lugar, hay aquí elementos de esa imitación convencional del castellano antiguo llamada «fabla», jerigonza que usaron los románticos siempre con poca fortuna:
Un collar Sancha tenía
y a don Lindo lo entregó
para perdelle y aluego
matalle sin compasión.
Que la noche que donóle
el collar..."
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