LA_SIN_NICK
HA NACIDO UNA ESTRELLA
Ha nacido una estrella, lo presiento.
Son castaños sus ojos o son zarcos,
tiene labios delgados o carnosos,
goza de alma hialina, igual que el agua,
su voz es como de árboles brisantes,
Y sus manos sutiles, de escritor.
Ha nacido, lo intuyo, lo sospecho.
Es posible que no lo encuentre nunca
pero el pulso me dice que está cerca,
en los ojos de mar, de bosque o lago,
encerrado en los labios silenciosos,
mecedor de los árboles, la brisa
Y en sus manos sutiles, de escritor.
Ha nacido una estrella. Reconozco
la canción que acompaña sus pisadas,
los mensajes pintados en su pluma,
a las musas peinando su cabello,
o en sus manos sutiles, de escritor.
Charo González
RINCÓN DE LÁGRIMAS
De nuevo en la tarde me asalta
Una especie de araña
Que teje vestidos
De rabia por sentir.
Un profundo deseo de aniquilar razones
O esconderme detrás de los anillos
De varios corazones.
Un ansia contenida por negar tres veces
Mi condición de ser,
De estar,
De estremecerme.
Una vez más me escondo
-a espaldas de mi casa-
en el rincón de lágrimas
buscando en su trasfondo
la llave del cofre donde escondo
mi ajeno yo
-disfraz de suficiencia-,
la risa que me salva
de toda indiferencia
o el peeling que me arranca
la inocencia
de los desnudos hombros.
Me instalo aquí, menguada,
Siendo ahora casi la expresión de nada,
Protegida por mis no-recuerdos
de una sucesión de miedos
que levantan murallas
de maquillado cielo
donde entre sonrisas niego
este rincón de lágrimas.
SI TUVIERA
¡Si tuviera otra boca en la que refugiarme!
Le gritaría al viento
Esta sed contenida de alimento,
De salirme de mi o de entregarme.
Mas me veo atrapada en estos labios
-alta barrera o cárcel-
que maquillan la copa de ternura
con el carmín de amante.
¡Si tuviera otra huella en la que dibujarme!
Dormiría emociones en los pasos
Colgándole magnolias a la tarde,
Bordándole corcheas al ocaso.
Mas sólo tengo la sombra de estos pies desnudos
-sinsentido y fracaso-
que se distrae en todos los murmullos
o en todos los tejados.
¡Si tuviera otro corazón con el que amarme!
Abriría las puertas de esta casa,
Permitiría que la habitase el aire
Y la niña que tengo amordazada.
Mas hoy sólo me viste ese dolor descalzo
-mi martirio, mi ángel-
que fabrica cerrojos y conjuros
para que no entre nadie.
OJOS DE ADOLESCENTE
El día se despierta, perezoso,
Limpiando las legañas de la noche
A la vez que esta ciudad
Tendida sobre el mar
Va transformando los fantasmas
En ríos de ruidoso ajetreo.
Con la piel vestida de deseos de sol
Se me abren los pies
En el camino que recorre el litoral.
La luz está jugando,
Como un niño en el parque.
Con mi libro de mano que derrama palabras
Desdibujo un paisaje cotidiano.
Suena un blues
Desde unas notas lentas.
Suena un blues
Desde un idioma ajeno.
Suena un blues
Desde una voz oscura
Como este corazón
Que pide ayuda.
Vuelve a mi ojos
Tu mirada de triste adolescente
Desde esa otra ciudad
Atrapada en un tiempo pretérito
Que nos miró crecer.
Una ciudad sin mar que nos retuvo
-atrapados-
en su embrujo de calles solitarias,
en el curso de un río sin mareas,
en el calor secreto de la siesta,
en las noches
de blues
y de cerveza.
NOCHE EN CA BELEÑO
Poema en una servilleta.
Nubes de notas se elevan
Al ritmo del humo del cigarro
y la voz de saxo
Se transforma en letra de una samba triste,
Escapa en espirales
Del a boca del hombre
Con pies semidescalzos.
El frío de cerveza asalta el paladar,
Por oleadas,
Como esa soledad de días tristes
Cuando llega, así, tan de improviso,
Tan casi sin quererlo
Como el silencio de la voz partida
Con que habla el instrumento
A la vez que dibuja un mar en mi contorno.
Regreso, con las notas tranquilas
Al dibujo de huellas en la hierba,
A la mirada inmóvil de papel mate
Que domina el universo de mi cama,
A la risa pequeña,
A aquel perder el tiempo
Tan sólo por ver como se aleja
-lastimosamente-
entre los árboles,
entre las sombras vivas
de un mutismo inmenso
que aún desde el pasado
se me enreda en los dedos,
me desborda en los ojos.
Si estuvieras
Callarías todos mis pensamientos
O le pondrías mordaza
A estas manos de dibujar palabras
Para dejar que bailen
-entre el pecho y la piel-
los silencios de un cristal
ya roto en mil pedazos.
REGRESO
Amanece otro hoy.
Detrás de la ventana habita el tedio cotidiano
Con ancestrales ritos:
Tanatos engullendo a Eros
Desde un latir fantasma.
Naciendo de la sombra
De una espalda que a penas reconozco
Se me instala detrás de la garganta
Ese sabor oscuro que deja en las paredes
La batalla nocturna de los cuerpos,
Ese olor de la piel,
El color palpitante de postguerra.
Tu cabello
-amargo y ondulado-
se abraza a mi almohada.
Tu cuerpo
-vestido de mi olor, desnudo de mis sábanas-
pronto será una ausencia de mar embravecido
volcándose en mi arena
de mujer encontrada.
Y, al fin, cuando ya seas olvido
Regresaré obstinada
A mis altas murallas,
A mi pequeña muerte,
A buscarme en la piel
La mano adolescente y torpe
Del nombre que
-un día ya lejano-
aquel muchacho triste
bordara por mi frente
en tardes de calor
en música de Dylan o de Lennon.
Con su silencio
-mi silencio-
definitivamente extraviamos el libro
aún antes de leerlo.
EL ANDÉN
Este andén
-sin número y con nombre-
en el que aún espero
no sé que partida
ya no recibe trenes con los brazos abiertos.
Tras el paso del tiempo
Se le han ido secando
Los ojos en el banco de esperar en secreto,
Se le han ido nublando
Los brillantes raíles entre suspiros negros.
Hasta la brisa de la voz se ha ido
Por los caminos de no sé que sueños.
A estas horas de mitad de la muerte
-de mitad del deseo-
se me han vuelto silencios
las líneas de los rostro
o el cálido refugio que un día fueron los besos.
Este andén,
Colgado en la memoria
De no sé que recuerdos,
Ya no recibe trenes con los brazos abiertos.
Ya no recibe trenes
Ya no dibuja sueños.
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